José Antonio Palao Errando
Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló
Como sabrán muchos lectores, en Podemos estamos en pleno proceso de elección de los consejos municipales. Por eso, en esta columna voy a hablar esencialmente en clave de la Ciudad de Valencia, que es el ámbito que me incumbe en este momento. No creo que haya otro camino digno de enfrentar ese enigma que es la universalidad para todos los humanos, que hacernos cargo con una responsabilidad radicalmente consecuente de aquella particularidad en que se concreta nuestro haber sido arrojados a la existencia. No concibo otro materialismo –léase esta palabra en este contexto como sinónimo de honestidad – posible que el que comience por aceptar la contingencia de ser ese extraño que cada uno somos, que el dato de la soledad primigenia es la primera carta que se nos reparte en el juego de la vida.
Por eso, he titulado este texto con la palabra Yo y su relación con esa nueva forma de hacer política que ha de ser Podemos. Ese yo no soy yo. No yo sólo, al menos. De mi tortuoso acercamiento al proyecto Podemos ya hablé en otro lugar hace unos meses. Son todos los yoes, porque el momento electoral, es para todo militante, el momento yoico por excelencia: es la hora de los yoes porque la política es praxis, es competencia, es narcisismo, es apuesta y es juego. La política es el logos encarnándose en los cuerpos contingentes y reales para poder ser operativa, es el momento que va de la potencia al acto atravesando el fragilísimo puente de la posibilidad. En el momento electoral la pulsión militante atraviesa el pasaje crucial de su confrontación especular, del hacerse valer entre el tumulto de los semejantes, de reivindicar la propia voz como la mejor encarnadura de la voz colectiva. Podemos es un verbo, pero ha de hacerse carne conjugado, en este momento, en primera persona del singular: yo puedo, yo valgo, yo soy el indicado, dicen muchas voces al discordante unísono.
En el momento electoral la pulsión militante atraviesa el pasaje crucial de su confrontación especular, del hacerse valer entre el tumulto de los semejantes, de reivindicar la propia voz como la mejor encarnadura de la voz colectiva…
Si bien, quien esto escribe, fue muy combativo y tomó partido sin ambages por opciones muy concretas, bastante alejadas de la oficialidad –ésa con la que desde fuera se confunde tan habitualmente a Podemos con la intención de confinar su palabra y sus posiciones a las que representan sus líderes más(s) mediáticos- en los procesos anteriores, en este momento, quien me pueda otear a través de las redes sociales, se dará cuenta de que estoy compartiendo propuestas de unas listas y de otras, así como de candidatos independientes, con la intención de publicitar el proceso y contribuir modestamente a su presencia social. Me siento muy responsable de Podemos como singular, aunque no me presente a las elecciones, ni aspire a cargo alguno porque en mi responsabilizarme de mí ya he llegado a la conclusión de que hay responsabilidades para las que no valgo y hay compañeros mucho más capaces que yo. Uno tiene la obligación de tener una idea más o menos aquilatada de sí mismo porque a partir de los cuarenta todos tenemos ya la cara que nos merecemos, -aunque haya quien fracase una y otra vez, quede mal en todas partes y vuelva a probar, como veremos, con el convencimiento de que tiene mucho menos de lo que merece, por más que tenga más que lo dilapidó. En mi caso, aunque también la experiencia me enseña que es muy difícil decir de esta agua no beberé, tendría que cambiar yo pero también mi circunstancia. Demasiados enredos orteguianos a estas alturas.
El caso es que en comparación con los procesos anteriores (la votación de los borradores organizativos y la elección del Consejo Ciudadano estatal) en el momento actual se ha rebajado mucho la tensión. El trasvase de posiciones entre listas y bloques, y la alineación común de personas que antes defendían posiciones enfrentadas, demuestra que en Podemos puede haber posiciones puntualmente enfrentadas, incluso con encono, pero aún no hay familias, es decir solidaridades más allá de cualquier vínculo con la verdad, como las hay en todos los partidos tradicionales (y no sólo en los partidos).
…en Podemos puede haber posiciones puntualmente enfrentadas, incluso con encono, pero aún no hay familias, es decir solidaridades más allá de cualquier vínculo con la verdad, como las hay en todos los partidos tradicionales…
A mí no me asusta en absoluto que haya listas, que haya debate, que haya enfrentamiento: es un proceso democrático. Ahora eso sí, yo haré mi lista: hay candidatos de mi confianza en Claro que Podemos y en Si que Podem, así como en otras listas menos numerosas y entre los candidatos independientes. Además, al menos en Valencia, en todas queda algún hueco lo que implica que en ningún caso va a haber una dirección monocolor como ha sucedido en el Consejo estatal. El caso es que el nuevo concepto de implicación política que supone Podemos, abierto a la sociedad más allá de la militancia clásica, exige una un compromiso descomunal sobre los individuos para vadear el abismo de la telecracia, que puede convertir cualquier elección en un rodillo mediático. Probablemente, una cierta dosis de telecracia, de mando a distancia, sea ineludible en un contexto masivo, de globalidad compleja, donde el virtuosismo (en la terminología de Paolo Virno), la mercancía sin materia y todas las ambigüedades que conlleva una multitud hiperconectada e interactiva, implican un concepto de responsabilidad más allá de la cultura del espectáculo que habían propiciado el fordismo y las primeras industrias culturales, en el paradigma comunicativo del broadcasting.
No estamos en una polis griega donde los ciudadanos se conocían y reconocían. Pero un ratón y un teclado ofrecen un potencial mucho mayor que un simple remote control. Abrir las listas no es sólo responsabilidad del que las ofrece. No se puede votar en Podemos desde la ignorancia. No abogo por eliminar “las listas” porque si no las hubiera habría gente que acabaría votando por orden alfabético: ni siquiera a boleo, que sería una peculiar forma de sorteísmo. Ya he dicho que en Valencia ninguna lista cubre los 25 puestos, lo cual me parece un gran acierto. Pero sí que hay un peligro estructural en las listas que en cierta medida ha sacralizado el modelo organizativo triunfante en Podemos: los paracaidistas. Sintiéndolo mucho, y en una columna en la que me he propuesto no citar un solo nombre propio (si nombras a alguien ya no es un yo, sino un él; ya no es un sujeto, si no un objeto del discurso) es un problema que he detectado exclusivamente en la lista Claro que Podemos. De más está decir, que si alguien lo ha detectado en otras, éste es un medio interactivo, y no tiene más que decirlo. Es –desgraciadamente- lógico, siendo la lista patrocinada desde Madrid, pero en CQP he visto, junto con compañeros que se han batido en decenas de debates y en acciones de implantación y desarrollo de Podemos en la ciudad y los barrios de Valencia, gente que ha llegado a sus listas de sin pasar por círculo, asamblea, debate, o hilo en las redes previos.
No abogo por eliminar “las listas” porque si no las hubiera habría gente que acabaría votando por orden alfabético: ni siquiera a boleo, que sería una peculiar forma de sorteísmo.
No se trata de una cuestión de mili(tancia) sino de no hacer política de despachito. ¿Qué más me da a mí que se reúnan tres partidos para elaborar una listas cerradas que meter a quien yo quiera en la lista bajo especie de “fichaje” si sé que será elegida porque la gente va a votar a ciegas mi lista, amparada por las más altas bendiciones? Así he visto personas que ya llamaron a las puertas del Psoe en los 80, que ofrecieron indecorosamente sus servicios al triunfante PP de los 90 y que, fracaso tras fracaso, ahora ven su última oportunidad en los buenos augurios que las encuestas de intención de voto anuncian para Podemos. Se dijo que presentarse a las municipales era un riesgo, porque las listas podrían llenarse de arribistas y de trolls sin escrúpulos que sólo buscaran el amparo de la marca Podemos, cosa que no debíamos ni podíamos jugarnos. Cruel ironía estructural, debido al cierre por arriba que supuso el voto en plancha al Consejo Ciudadano estatal, que precisamente donde yo he detectado esto haya sido en las listas que ese Consejo ampara preferentemente. Aclaro que a estas personas que han aparecido en las listas como por arte de magia no les censuro el pasado, sino haber vuelto a repetir la receta: incultura política, narcisismo banal (yo sí que valgo) y vuelta a llamar a la puertecita adecuada para no tener que batirse en arena alguna ni correr ningún riesgo exponiéndose al debate, cosa que sí hemos hecho la gente de Podemos en todas las listas, incluida por supuesto CQP, donde, insisto, hay gente muy valiosa (y más de uno se llevará mi voto). Pero cuidado con esos supuestos izquierdistas que se hicieron cargo de puestos de gestión con la derecha (no conservando el que tenían, sino medrando con ellos). En el ámbito de la gestión cultural abundaron en todo el Estado Español, al grito de “esto –la institución, el museo, el festival, la publicación que fuera- hay que salvarlo” y han sido los principales artífices de su hundimiento con su colaboracionismo indecente. Desgraciadamente, votar en plancha a una lista va a significar en algunos casos volver a votar a los de siempre, que allí se han colado como se han colado siempre. Auténticos virtuosos voraces del bipartidismo que ahora pretenden colonizar también Podemos.
Son tiempos complejos y apasionantes estos que nos ha tocado vivir y que exigen un sentido de la responsabilidad de cada yo inconmensurablemente mayor que el de las tres décadas precedentes. No damos a basto de todo lo que hay que leer y aprender. Ardo con estos tiempos. El otro día les preguntaba a mis alumnos, que tienen 18, si eran conscientes de lo intenso que ha sido este año y a la velocidad que va la Historia, comparado con los 30 anteriores…. Buenos tiempos para la lírica y para la épica. Es decir, tiempos difíciles en los que todas nuestras carencias salen a la luz porque somos continuamente invitados a salir de eso que algunos llaman nuestra «zona de confort». A mí me gustan. No tenemos tiempo y tenemos que tenerlo. Hemos de decidir y hemos de pensar. Es la dura «lex freudiana» No podemos ser inocentes de la ignorancia. Ya era hora de que nos pasara esto.