Javier Furió
Director deVLC Noticias
Anda revuelto al gallinero analizando -algunos, más que con lupa, con microscopio- los entresijos, posibles secretos inconfesables, manos ocultas, etc., de la formación Podemos que, por si aún queda algún eremita montañero que no se ha enterado, ha irrumpido en el paisaje político patrio como un elefante en una cacharrería. Y aún hay quien se extraña cuando lo extraño es que no haya irrumpido con más rotundidad ni hace ya tiempo.
Mención aparte merece la persecución, especulación y hasta imaginación que medios, pensadores y tertulianos televisivos varios están volcando sobre la persona del ‘perroflauta’ de moda, Pablo Iglesias. A priori, he de decir que su paso adelante presentándose a las elecciones europeas me causó cierta sensación de esperanza. Pero situemos este hecho en el entorno: corruptelas a kilos en el PP, otro tanto en el PSOE, compra de candidaturas en UPyD, facturas falsas en los sindicatos… La sensación generalizada es que aquí todo el ecosistema político está metido hasta las orejas en un cenagal espeso y que, como decía mi abuelo, ‘el que engancha una teta de la vaca ya no la suelta y solo intenta trincar la teta del de al lado’. Si además estoy en el paro, y/o tengo problemas con Hacienda y/o la Seguridad Social, y/o con la hipoteca, y/o los tiene algún familiar, ni hablemos. Lo lógico es que cualquier nuevo ‘Mesías’ que huela a honradez y me cuente lo que quiero oír, sea capaz cuanto menos de captar mi atención, cuando no mi entera admiración.
El fenómeno no es nuevo. Cada crisis tiene su ‘Gandhi’, su ‘Malcom X’, su ‘Lech Valessa’. Una gran presión ejercida desde una posición de poder sobre un colectivo sensible puede generar, a poco que se trabaje, la figura de un personaje con carisma que se erija en salvador de la situación. Pero cuidado: Hitler llegó al poder no como consecuencia de un golpe de Estado, como ocurrió en el caso de nuestro país en el 36, sino en unas elecciones democráticas celebradas durante una crisis profundísima en Alemania.
Evidentemente, ni se me ocurriría ver en el señor Iglesias paralelismo alguno con semejante genocida, ni mucho menos. Y tampoco se me ocurre cuestionar la autenticidad de su paso adelante ni su ideario político. Pero sí he de cuestionar de forma global que estemos en situación de saber ‘filtrar’ los fenómenos mesiánicos a estas alturas de la crisis.
No hace mucho leí la interpretación de una conocida escritora sobre los orígenes y proceso de la crisis de marras. En su versión basada en la teoría de la conspiración, todo esto estaría dirigido desde el club Bilderberg, un mito que cada día gana más visos de verosimilitud visto lo visto. Desde la caída de Lehman Brothers, pasando por el rescate de Grecia y la inyección económica a los bancos, todo estaría inducido desde el legendario club mundial de poderosos en la sombra, que siguen jugándose la humanidad al Risk o al Monopoly -elíjase lo que se prefiera-.
Según esta teoría, la salida a la palestra de políticos de nuevo cuño, de gestos para la galería, grandes palabras y discursos populistas que sepan atrapar la cultura creada en el pueblo llano en su reacción a la inhumana presión del poder, estaría también orquestada por este club como ‘mal menor’ para seguir teniendo ‘la sartén por el mango’.
Y lamentablemente, a estas alturas de la carrera, uno no puede sino entonar lo de ‘ni me lo creo, ni me lo dejo de creer. A ver qué pasa’. Esperemos que para entonces, no sea tarde. A mí, en cualquier caso, todo esto me parece una farsa enfrentándose a otra farsa. La única diferencia estriba en la cantidad de caspa que cae de una y otra. Porque al final, y aunque Iglesias nos caiga simpático al unir la bella metáfora histórica que sugiere su apellido con una necesidad casi vital de ver algún clavo al que agarrarse, aunque esté incendescente de lo que arde, también surge la duda: ¿No será esto de Podemos la disidencia conveniente, el sucedáneo contenido de una revolución que asoma? ¿No tendrá razón Cristina Martín y no sea más que una nueva herramienta adaptada al momento puntual que vivimos? Ahí lo dejo.